jueves, 19 de diciembre de 2013

Tiempo

Harold Lloyd


Tiempo sin tiempo


Preciso tiempo necesito ese tiempo
que otros dejan abandonado
porque les sobra o ya no saben
que hacer con él
tiempo
en blanco
en rojo
en verde
hasta en castaño oscuro
no me importa el color
cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta

tiempo para mirar un árbol un farol
para andar por el filo del descanso
para pensar qué bien hoy es invierno
para morir un poco
y nacer enseguida
y para darme cuenta
y para darme cuerda
preciso tiempo el necesario para
chapotear unas horas en la vida
y para investigar por qué estoy triste
y acostumbrarme a mi esqueleto antiguo

tiempo para esconderme
en el canto de un gallo
y para reaparecer
en un relincho
y para estar al día
para estar a la noche
tiempo sin recato y sin reloj

vale decir preciso
o sea necesito
digamos me hace falta
tiempo sin tiempo.


Mario Benedetti



domingo, 15 de diciembre de 2013

¡Hombres!

Autor : Michael Macku

Retrato


Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, 
y un huerto claro donde madura el limonero; 

mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; 

mi historia, algunos casos que recordar no quiero. 

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido 
ya conocéis mi torpe aliño indumentario, 
más recibí la flecha que me asignó Cupido, 
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. 

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, 
pero mi verso brota de manantial sereno; 
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, 
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. 

Adoro la hermosura, y en la moderna estética 
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; 
mas no amo los afeites de la actual cosmética, 
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. 

Desdeño las romanzas de los tenores huecos 
y el coro de los grillos que cantan a la luna. 
A distinguir me paro las voces de los ecos, 
y escucho solamente, entre las voces, una. 

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera 
mi verso, como deja el capitán su espada: 
famosa por la mano viril que la blandiera, 
no por el docto oficio del forjador preciada. 

Converso con el hombre que siempre va conmigo 
?quien habla solo espera hablar a Dios un día?; 
mi soliloquio es plática con ese buen amigo 
que me enseñó el secreto de la filantropía. 

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. 
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago 
el traje que me cubre y la mansión que habito, 
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. 

Y cuando llegue el día del último vïaje, 
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, 
me encontraréis a bordo ligero de equipaje, 
casi desnudo, como los hijos de la mar.

Antonio Machado


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martes, 10 de diciembre de 2013

Adiós Madiba

Autor : Gatopardo sobre dibujo de Picasso
Asimbonanga (We have not seen him)

Asimbonang' uMandela thina (We have not seen Mandela)
Laph'ekhona (In the place where he is)
Laph'ehleli khona (In the place where he is kept)

Oh the sea is cold and the sky is grey
Look across the Island into the Bay
We are all islands till comes the day
We cross the burning water

Chorus....

A seagull wings across the sea
Broken silence is what I dream
Who has the words to close the distance
Between you and me

Chorus....

Steve Biko, Victoria Mxenge
Neil Aggett
Asimbonanga
Asimbonang 'umfowethu thina (we have not seen our brother)
Laph'ekhona (In the place where he is)
Laph'wafela khona (In the place where he died)
Hey wena (Hey you!)
Hey wena nawe (Hey you and you as well)
Siyofika nini la' siyakhona (When will we arrive at our destination)
Letra Asimbonanga de Johnny Clegg en espańol


Asimbonanga (No lo he visto) 
Asimbonang 'uMandela thina (No hemos visto a Mandela) 
Laph'ekhona (En el lugar donde se encuentra) 
Laph'ehleli Khona (En el lugar en que se encuentra) 

Oh el mar es frío y el cielo está gris 
Mire al otro lado de la isla en la Bahía 
Estamos todas las islas hasta que llega el día 
Cruzamos el agua ardiente 

Coro .... 

A las alas de gaviota en el mar 
Silencio roto es lo que sueńo 
¿Quién tiene las palabras para cerrar la distancia 
entre tú y yo?

Coro .... 
Asimbonanga 
Asimbonang 'umfowethu thina (que no hemos visto a nuestro hermano) 
Laph'ekhona (En el lugar donde se encuentra) 
Laph'wafela Khona (En el lugar donde murió) 
Hey wena (Eh, tú!) 
Hey wena nawe (Hey usted y usted también) 
SiyofikA la nini 'siyakhona (żCuándo vamos a llegar a nuestro destino)

domingo, 8 de diciembre de 2013

Je ne regrette rien

Autor : Yasuhiro Ishimoto


Faros en la noche


Intento seducirte en el pasado.
Las manos al volante y esta luz
de club nocturno del tablier me dejan
-fantasía invernal- bailar contigo.
Detrás de mí, igual que un gran camión,
el mañana hace ráfagas de luces.
No lo conduce nadie y me adelanta,
pero ahora tú y yo viajamos juntos
y el coche puede ser el dos caballos
de los años sesenta hacia París.
"Je ne regrette rien" canta Edith Piaf.
Bajo la ventanilla, entra la noche
fria de la autopista, y el pasado
se aproxima de cara, velozmente:
cruza y me ciega sin bajar las luces.


Joan Margarit

martes, 3 de diciembre de 2013

El antropoide

Autor : Yell Sacanni
A medida que yo me voy haciendo un poco antropoidal, con los años, por la inercia del eterno retorno, el antropoide se va humanizando, se va civilizando, se torna filosófico y melancólico. El día que se me muera mi antropoide me habré convertido en un bibliotecario y estaré definitivamente acabado. 
Hay que llevar el antropoide como el domador lleva su tigre, pasearlo por la vida. Al antropoide le aburre que yo lea periódicos, y se pone a mirar para otro lado. Está impaciente por arrojarse al cuello de alguna mujer. Se pasa uno la vida tratando de educar al antropoide, y cuando lo tienes casi completamente urbanizado, resulta que eres tú mismo, que es lo mejor de ti lo que empieza a fallar, a selvatizarse, a rebelarse. 
Hubo un tiempo en que el antropoide quiso ser poeta, pero echaba muchos borrones. No pude hacer de él un amanuense. Luego abandonó definitivamente sus actividades espirituales y se ha pasado la vida queriendo volver al bosque, olfateando la llamada de la selva. La mano del antropoide es la misma que escribió los sonetos de Shakespeare, porque hay quien consigue mayores domesticaciones con su antropoide, y toda la cultura es un ejercicio circense en el sentido de que se obtiene domesticando a una fiera, educando a una bestia, humanizando a un mono. 
El antropoide me traiciona mucho por la nariz, y de nada vale que uno esté leyendo o escribiendo, aséptico, porque el antropoide usa libremente de mi pituitaria y olfatea mujeres por doquier. Tememos al antropoide, es cierto, pero lo que más tememos, en el fondo, es que se nos muera.   He conseguido que aprenda muchas cosas, que lea a Nietzsche —que tampoco era mal antropoide— y a Juan Ramón, que goce a Proust y recite a Quevedo, pero no he conseguido que le guste la música. Al fin y al cabo, la literatura y la pintura —también le gusta la pintura— son artes selváticas, maniguas de palabras y colores, pero la música, aunque Nietzsche la sienta tan dionisíaca, es una estilización de algo, no se sabe bien de qué, y el antropoide no está para estilizaciones. 
Come correctamente, aunque no siempre, y puede transformar una cópula en un poema, una masturbación en un ensayo y un grito en una sonrisa. Me da pena, ya, verle tan bien educado, tan correcto, tan resignado. La melancolía del hombre adulto es una melancolía de domador. Lo mismo que debe sentir el domador, si es sensible, cuando ha conseguido someter al viejo tigre, urbanizar al noble león. Las mujeres vienen buscando al antropoide, aunque no lo digan, y sólo una perversión de la cultura les ha hecho preferir al antropoide que sabe versos, citas y títulos de libros. 
Uno siempre queda un poco monosabio, con una mujer, si sabe cosas, porque ellas ponen en evidencia al mono, lo hacen aparecer, y una vez el mono en escena, lo mejor es que se comporte como tal. Lo que nos da inseguridad frente a la mujer es que su sola presencia suscita al antropoide y uno se da cuenta de eso, o no se da cuenta, pero comprende que todo lo que diga y haga como escritor, como hombre, como intelectual, como amigo, como ciudadano, quedará un poco postizo, falso, circense, porque el antropoide ya está ahí y no hace sino recitar su papel o el nuestro. «Pues lo hace muy bien este antropoide, parece un académico», es lo más que pueden pensar ellas, secretamente. Porque ellas tampoco pueden dejar de ver y mirar al antropoide, aunque vengan buscando de buena fe al escritor, al amigo, al desconocido. 
Toda situación entre hombre y mujer es siempre tensa y falsa porque hay un tercero entre ellos, un antropoide que va y viene, se impacienta e interrumpe de vez en cuando: «Bueno, empezamos o qué». Sólo cuando se ha dado suelta al antropoide y él ha liberado lo poco que le queda de tal, la mujer y el hombre vuelven a verse como ciudadanos, desasistidos ya de toda boscosidad, desvalidos en la cultura, arrojados del paraíso, convertidas en libros todas las manzanas del árbol de la ciencia. Ahora estamos más a gusto, pero más tristes. Melancólicos. 
Los latinistas lo llaman tristeza post coitum. Es que se ha ido el antropoide.

Francisco Umbral - Mortal y rosa