viernes, 11 de julio de 2014

Madrid


Puente de los Franceses, puente de los Franceses, ya nadie pasa, ya nadie pasa, ay Carmela, ay Carmela, y bajo el puente de los Franceses pasaba ahora, Madrid sesenta, el agua esquelética del río, la mierda de la sierra, el oro del Club de Campo, el Club de Golf, el Hipódromo y otros clubes, el oro como mierda repartida, la mierda como acuñado oro madrileño, ay Carmela, ay Carmela, y venía un verano de ribera quemada, las riberas de nada, porque agua no venía, servidumbres de El Pardo, el rebeco locuaz y silencioso, muerto a telerrifle, noticia de "interés humano" para los periódicos de la tarde, la sangre del rebeco, una sangre inocente y no visible, río abajo, qué coños de río, ay Carmela, ay Carmela, pies perdidos y sueltos de productor con la baja, alpargatas en vacaciones de verano, solas como dos lanchas en la orilla, y las ratas de río, tranquilas, gordas, feas, impresentables, y los gatos hermosos y tiñosos (la tiña los hacía más tigres, un poco tigres, les atinaba la tiña), matando ratas con garra justiciera dulce y mínima, y un muerto de feria bebiéndose la botella del último San Antonio, ya idos los carruseles, la máquina de probar la fuerza y esa noria gigante que mareaba el cielo y mi cabeza mareada de escritor novel sin cuatro duros, ay Carmela, ay Carmela, como he venido aquí, como llegue hasta allí, hasta aquella bajura, éstas son mis memorias de escritor novel, Madrid de los últimos tranvías, un siglo de tranvías muriendo como esquifes en la altamar del hormigón, allá, por allá arriba, donde el asfalto municipal y espeso se recalentaba, se reblandecía y era un mar de los Sagarzos madrileño, lleno de grumos, un mar de los Sagarzos con meloneros, heladeros, putas y gitanos payos, o sea quinquis, ay Carmela, ay Carmela.

El parque Sindical, mandando luz de pobres, cansancio, cobre falso, vacaciones letales, entre el légamo verde que habían orinado, distinguidas, allá, muy más arriba, las señoras bien del Club de Campo, las niñas de Serrano, las esbeltas mujeres que orinaban chanel número impar, tras hacer unos cuantos agujeros en el golf, a la hora en que los niños de mi barrio, los niños de la orilla de un río sin agua, niños fluviales en seco, quemaban la maleza por sentirse incendiarios, despertaban en su cuerpo párvulo un revolucionario cruzado de cherokee de la tele, y más abajo, un poco más abajo, mucho más abajo,unas madres lavaban, aldeanas, los pecados del mundo y la ropa de toda la semana, y más abajo, aún, los pescadores del puente de Segovia, como rentistas falsos que empezaban el ocio con la caña, o lo hacían más ostensible, pescaban un pez de estroncio/90 en la represa fluvial del señor alcalde.

Francisco Umbral - Trilogía de Madrid

16 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Francisco Umbral - Joaquín Sabina:
inmejorable combinación.
El texto de Umbral me lo sé casi de memoria, y no digamos la canción de Sabina.
De diez.

Sirgatopardo dijo...

Quizás los mejores cronistas de Madrid.

Sirgatopardo dijo...

Cada uno en lo suyo.

marian dijo...

Pues me ha emocionado Sabina, cosa que no es fácil (es broma:). Créedme que no conocía la canción.

Juan Nadie dijo...

Dos de los mejores cronistas de Madrid, pero hay algunos más, menos conocidos.

Sirgatopardo dijo...

Eso seguro. Era a bote pronto y con mis limitaciones.

Sirgatopardo dijo...

Pues sí la conocías, me alegro,

marian dijo...

Y yo.

carlos perrotti dijo...

Joaquín también cronista, no sé si de Argentina, pero sí de Buenos Aires...

Sirgatopardo dijo...

Y de cualquier lugar que visite. Posee esa virtud.

jose dijo...

Sabina es un monstruo insuperable, un portento.
Si cantase bien sería ... o lo jodía todo, vaya usted a saber.

carlos perrotti dijo...

"A ver si para interpretar canciones voy a necesitar de una buena voz para cantar", solía decir un tanguero...

jose dijo...

qué razón tenía....

Sirgatopardo dijo...

Seguro que era bueno aunque cántase mal.q

carlos perrotti dijo...

Luis Cardei.

Sirgatopardo dijo...

El Chet Baker del tango. ¡Qué fenómeno!